El Sol es una gigantesca fuente de energía, pero desde la Tierra no podemos aprovechar todo su potencial: nos llega una minúscula fracción de su energía. ¿Podríamos llegar a aprovecharla toda?
Una megaestructura extraterrestre no deja de ser un concepto interesante que nos permite ponernos en el lugar de una civilización mucho más avanzada que la nuestra..
Podemos imaginar a qué problemas podríamos enfrentarnos e intentar solucionarlos de manera conceptual llevando al límite nuestros conocimientos sobre astronomía e ingeniería.
Así que supongamos que la civilización humana sigue avanzando durante los próximos miles de años.
Confinados sobre la superficie de la Tierra, los recursos que tenemos a nuestra disposición se irán agotando a medida que la población crezca, la tecnología avance y la demanda energética se dispare.
Ante este escenario llegará el momento en el que tendremos que buscar una fuente de energía alternativa para evitar el colapso de la sociedad.
El Sol sería un candidato estupendo. Irradia una cantidad tremenda de energía las 24 horas del día, 365 días al año, no necesita mantenimiento y seguirá brillando de manera estable, como mínimo, durante 1.100 millones de años más.
El problema es que desde la Tierra nunca podremos aprovechar todo su potencial: estando a 150 millones de kilómetros de distancia, la superficie de nuestro planeta tan sólo es alcanzada por una dos mil millonésima parte de la energía que el sol emite.
Eso no significa que nos recibamos poca energía, ojo: si cometiéramos el disparate de cubrir por completo con placas solares cada pedazo de tierra firme de nuestro planeta tendríamos a nuestra disposición una cantidad de energía 5.000 veces mayor a la que producimos anualmente.
Pero incluso esta cifra se quedaría pequeña si nuestra civilización avanzara lo suficiente.
Llegado el momento, nos veríamos obligados a idear nuevas maneras de aprovechar la radiación producida por nuestra estrella de la manera más eficiente posible.
¿Y qué mejor manera de hacerlo que construir una gigantesca esfera hueca alrededor del sol que capture toda la energía que emite?
Esta idea no nos la ha chivado ningún viajero temporal del futuro.
El concepto fue popularizado por el físico y matemático Freeman Dyson en la década de 1960, inspirado por las obras de ciencia-ficción de otros autores, por lo que pasó a conocerse como Esfera Dyson.
Pese a ser teóricamente posible, la construcción de una esfera de Dyson cae tan lejos de nuestro alcance tecnológico que resulta muy difícil imaginar los detalles de su fabricación.
Dicho todo esto, ¿realmente hay alguna posibilidad de que encontremos las esferas de Dyson de otras civilizaciones inteligentes desperdigadas por el espacio?
En teoría, una civilización muy avanzada podría construir una esfera de Dyson sin problemas. Y más si lo hiciera alrededor de una estrella pequeña, como una enana blanca.
¿Cómo de avanzada? No lo sabemos, pero la comunidad científica lo considera un escenario suficientemente realista como para que exista un programa que rastrea en el cielo.
Buscan señales de radiación infrarroja que tengan las marcas de haber sido emitidas por un objeto caliente compuesto por elementos pesados igual que lo haría una estructura de este calibre.
Hasta ahora se han analizado unas 250.000 fuentes de emisión y entre ellas se han encontrado 17 señales “débiles” o “ambiguas” que podrían corresponder al perfil que cabría esperar de una Esfera Dyson.
¿Es posible que en el futuro alguna de esas señales revele que no estamos solos en el universo? No nos queda más remedio que esperar para salir de dudas.
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